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—Pero ¿quién te había dicho que es inteligen te? ¿Sabes lo que me ha declarado? Que todo depende del punto de vista del tribunal... ¡Vaya un descubrimiento! ¡Como si nosotros no supiéramos sin él que todo depende del tribunal! Naturalmente, él no tiene mucho que perder: pronunciará un discurso ante los jueces y hasta la vista... ¡Ah si yo tuviera autoridad, ya les ajustaría bien las cuentas a todos esos bribones de abogados!

En este momento mamá cerró la puerta del comedor y Valia no oyó el fin de la conversación. Permaneció aún mucho tiempo sin dormir en su lecho, rompiéndose la cabecita por comprender quién era aquella mujer extraña que quería llevársele y perderle.

Al día siguiente esperó toda la mañana a que la tía—así llamaba ahora a la ex mamá—le preguntara si quería irse a casa de su madre. Pero no se lo preguntó. El tío tampoco le preguntó nada, pero ambos miraban a Valia como si estuviera gravemente enfermo y en vísperas de morir, acariciándole y comprándole grandes libros con láminas de colores.

La mujer extraña no vino más, pero a Valia le parecía que le estaba espiando detrás de la puerta y en cuanto atravesara el umbral le cogería y lo llevaría a un lugar negro y horrible, lleno de monstruos malos que escupirían fuego. Por la noche, cuando el ex papá trabajaba en su despacho y la mamá hacía media, Valia leía sus libros, en los que las líneas se habían hecho más pequeñas y menos