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¡Miren que sabía de cosas ese hombre !...

Vecino del Azul, desde cuando era pueblo fronterizo, capataz de un resero, durante veinte años, había recorrido con él, incansablemente, toda la Pampa del sur, y de todo lo visto, oído ó adivinado en sus viajes, le daba por sacar unas historias tan interesantes, tan lindas, que conseguía mantener despiertos á los compañeros toda la noche, si así lo exigía la seguridad de la hacienda.

Gracias á él, siempre encontraba su patrón peones para sus arreos, con menos trabajo y á menor precio que cualquier otro tropero; pues todos sabían cuán lindo era viajar bajo sus órdenes, y se le ofrecían, de todas partes, los aficionados. No ignoraban que para el trabajo, nadie era más delicado, y que más de una noche tendrían que pasar en vela, pero también sabían que la velada, se la pasarían—fuera de sus horas de ronda, escuchando alguna historia entretenida ó alguna conseja maravillosa, de esas que hacen olvidar al más pobre las asperezas de la vida, arrebatan en sueños dorados al más desgraciado y borran, por un rato, de su memoria la más triste