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más dispuestos á responder en el acto á su evocación?

¡Y qué lindamente los evocaba nuestro tropero!...

Sucedió que, una noche, después de haber dejado con tres hombres la tropa que conducía, de novillos tan ariscos que no se atrevía la gente á prender un cigarro, de miedo de asustarlos, se había agachado con los demás peones entre las pajas, para contarles un cuento. Y apenas empezaba, cuando se vieron relucir en las tinieblas los ojos redondos de los mismos novillos del arreo, que rodeaban, inmóviles y silenciosos, al grupo y escuchaban al narrador con profunda atención.

G. D.