Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/238

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 234 —

Agapito los esperó, á pie firme, y á cada uno de los cuatro, antes que pudieran desnudar los cuchillos, pegó un solo rebencazo, lo que bastó para voltearlos en el suelo, donde quedaron como muertos hasta el día siguiente, en que vino la policía á recogerlos y á llevarlos presos.

¡Oh! no le había mentido Mandinga á Agapito cuando le prometió que el rebenque que le regalaba le daría consideración y provecho, y largo sería el relato de todas las ocasiones en que lo pudo poner á prueba, castigando á los malos, defendiendo a los débiles, separando á los peleadores, evitando á muchos la desgracia de matar... ó de ser muertos en las reuniones de gauchos, donde beben y juegan y sacan á relucir, por vanidad ó de puro gusto, los cuchillos y los facones.

A muchos de ellos les causó asombro ver á semejante muchacho poner á raya con el solo rebenque á hombres temibles, conocidos por tales y capaces de matar á cualquiera. Tanto que uno de ellos, sospechando que el rebenque ése debía tener alguna propiedad secreta, trató de robárselo. ; Pobre de él! el rebenque, solito, sin que nadie lo manejara, al parecer, empezó á pegarle una soba como para dejar avergonzado á cualquier comisario celoso de sus deberes empeñado en hacer confesar su crimen á algún infeliz inocente; y cuando descansaba la lonja, empezaba el mango, cayendo, alternados, chirlos y golpes, como granizo después del aguacero.

Aseguran, y debe de ser cierto, que nunca más, por la duda, intentó el hombre robar rebenques de ninguna clase.

Más que el respeto, la admiración del gauchaje supo conquistar Agapito con su rebenque.