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VIVIR COMO UN CONDE

Don Sebastián, como tantos otros, vivía en la Pampa holgadamente y sin trabajar mucho, con su numerosa familia y sus pocos bienes. Ignorante de las mil necesidades con que complican su vida el hombre rico y el habitante de las ciudades, estaba muy conforme con lo que tenía, ni atinaba á pensar cómo podría uno estar mucho mejor, en este mundo.

Con su buena majada, su rodeíto de vacas, una buena tropilla y la manada de yeguas, nunca faltaban en su casa carne gorda para comer, sebo para hacer velas, un cuero para huascas, ni leña para el fuego; y si no siempre alcanzaba la platita de la lana y de los cueros para saldar del todo la libreta en la pulpería, con vender algunos animales gordos, pronto se completaba el importe, sin contar que con algunos días de trabajo en las hierras ó en los arreos, todavía podía la patrona pasarse el caricho de comprar al mercachifle algún trapo ó algún cachivache, y el mismo don Sebastián el gusto de arriesgar algunos pesitos al truco, su juego favorito. Y feliz entre sus animalitos que le daban poco que hacer y sus muchos hijos, sanos y fuertes, que le ayudaban en sus sencillas tareas, se deleitaba en contestar, cuando le preguntaban cómo andaban las cosas:

—Yo, amigo, vivo como un conde.