Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/241

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 237 —

Un día llegó a su casa, á pie, un extranjero, obrero despedido de una estancia vecina y que andaba buscando trabajo. Don Sebastián le hizo entrar, lo convidó con el hospitalario mate, lo agasajó lo mejor que pudo y conversó con él. El hombre parecía tener ideas extrañas y las expresaba con vehemencia, en castellano chapurrado, dejando correr sin cesar, del tosco envase de su jerga, el sutil veneno del odio y de la envidia. Y cuando don Sebastián le aseguró, como con todos acostumbraba, que él vivía como un conde», el huésped se burló de él, haciéndole ver que, comparada con la de otros, su vida era miserable :

que su casa era un pobre rancho, sin más muebles casi que un asador y una pava, que sus hijos andaban vestidos de harapos, que sus animales eran ordinarios y pocos, que del campo que arrendaba lo podían echar cualquier día.

No le dijo que si trabajase un poco más, podría fácilmente mejorar su vida y la de los suyos; pero le pintó con vivos colores la felicidad de estos ricachos, podridos en plata, decía, que viven en palacios, rodeados de mil comodidades, atendidos por una multitud de sirvientes que se adelantan á sus menores deseos; para quienes los millones son como para él los billetes de á diez; que poseen toros y carneros de tanto precio que vale uno solo por toda su hacienda.

—Esto sí—exclamó—es vivir «como un conde»; usted vive como un pobre, nada más.

Después de haberse ido el extranjero, don Sebastián ya no se hubiera atrevido á decir que vivía como un conde».

Experimentó tal desprecio por los modestos bienes que hasta entonces habían sido su gloria y su di-