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lo nacieran en el acto intenciones criminales de toda índole.

Con cierta cautela se arrimó al palenque, y después de acariciar la empuñadura del facón, como para avisarlo de estar listo para cualquier complicidad, se apeó y quiso atar el caballo. Pero no le dieron tiempo los tres estacones del palenque, pues empezaron á brincar en alegre baile, haciendo con sus retorcidos cuerpos mil contorsiones, y pegándole de vez en cuando, como quien no quiere la cosa, un buen palo en las espaldas. El mancarrón, asustado, se mandó mudar ensillado, y cuando el gaucho, después de correr á pie dos cuadras, perseguido por los tres estacones locos, se detuvo para resollar, vió que todo había desaparecido y que quedaba solo en medio del campo, á pie y molido. Y oyó una voz que cantaba :

Los estacones, bandido, tu intención han conocido.

Sandalio, por supuesto, no contó á nadie su hazaña; pero queriendo saber si era cierto lo que había visto ó si era mentira, á pesar de sentir todavía en el lomo ciertos dolores que le hubieran podido confirmar que no había sido sueño, le ponderó á su amigo Vicente, borracho de siete suelas, lo lindo que en el rancho famoso trataban á cualquier transeunte, asegurándole que lo habían convidado con ginebra..pero, amigo, qué ginebra! ¡y á discreción!

Vicente al oirle, se quedó con la boca hecha agua, y no pensó ya sino en ir sigilosamente en busca del rancho aquel donde, de arriba, se podía tomar cosa tan rica, y... á discreción. Eso, sobre todo, de la discreción, le gustaba mucho.

Bien enterado de la ubicación exacta del rancho, se fué una mañana á ver si lo encontraba. Dió con