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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Sila, y que estaba dispuesto á turbar todo el órden esta blecido, ora mitigándole en particular y ora advirtiéndole en público, logró apartarle de aquel propósito, y sosegó su ambicion manejando política y saludablemente el principio de un gravisimo mal, Vino en esto la noticia de haber muerto Octavio, que gobernaba en la Cilicia; y siendo muchos los que aspiraban á aquella provincia y que por tanto hacian la corte á Cetego, como que era el que habia de tener el mayor influjo para conferirla, Lúculo por la Cilicia misma no hubiera hecho gran diligencia; pero echando cuenta con que si la alcanzaba, hallándose cerca la Capadocia, ninguno otro sería enviado á la guerra contra Mitridates, no dejó piedra por mover para que no le fuese arrebatada por otro la provincia; y áun competido de esta necesidad, pasó contra todo su genio por una cosa nada decente ni laudable, aunque sí muy útil para su objeto. Habia entonces una tal Precia de nombre, de las más celebradas en la ciudad por su belleza y cierta gracia, sin que en lo demas se diferenciase mucho de las otras que ejercian su infame profesion.

Solia valerse de los que la frecuentaban y tenian trato con ella para los negocios y solicitudes de sus amigos; con lo que añadiendo a las demas dotes la de parecer buena y diligente amiga, alcanzó bastante influjo. Sobre todo cuando logró atraer y tener por su amante á Cetego, que era el de más nombre y el que todo lo podia en la ciudad, entonces puede decirse que se pasó á ella todo el poder; porque nada se hacía en la república sin que Cetego to dispusiese y sin que Precia lo obtuviera de Cetego. Ganándola, pues, Lúculo con dádivas y agasajos (además de que para una mu, ger vana y orgullosa era ya grande premio el que la vieran interesada por Lúculo), tuvo ya éste á Cetego por su panegirista y por su agente para alcanzar la Cilicia. Una vez conseguida, ya no hubo menester para nada ni á Precia ni á Cetego, sino que todos á una pusieron en su mano la