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Plutarco.—Las vidas paralelas.

cenitas, trasplantándolos y estableciéndolos cerca de su residencia, para hacer por medio de ellos el comercio. Los reyes que le servian eran muchos, y á cuatro los tenía siempre cerca de sí como pajes ó escuderos; los cuales cuando iba á caballo corrian á su lado á pié con solas las túnicas, y cuando se sentaba á dar audiencia se colocaban jundo á su trone, teniendo plegadas una con otra las manos: postura que entre todas parece ser la más característica de la servidumbre, como de hombres que abdican la libertad y se muestran más dispuestos á sufrir que á obrar.

Mas á Apio nada le impuso, ni le causó admiracion aquella ostentacion teatral, sino que apénas fué admitido á la audiencia, le dijo sin rodeos que el objeto de su mision era reclamar á Mitridates debido á los triunfos de Lúculo, ó intimar á Tigranes la guerra; de manera que por más que éste afectó serenidad y sonrisa en el semblante para oir el mensaje, todos echaron de ver que le habia inmutado el desenfado de aquel jóven; quizá porque no habia escuchado otra palabra libre en veinticinco años, pues otros tantos llevaba de reinar, ó más bien, tiranizar yoprimir. Respondióle, pues, que no entregaba á Mitridates, y se defenderia de los Romanos, autores de aquella guerra. Ofendido de Lúculo porque en la carta le llamó Rey solamente, y no Rey de reyes, en la respuesta no le dió tampoco el título de Emperador. Envió, sin embargo, á Apio presentes de gran valor; y como no los recibiese, le envió todavía otros mayores; de los cuales Apio, porque no pareciese que por enemistad los desdeñaba, tomó solamente una taza, volviéndole los demas, y á toda priesa partió en busca del general.

Tigranes al principio ni siquiera se dignó de ver á Mitridates, ni de admitirle á su audiencia, con ser un deudo suyo, despojado de tan poderoso reino; sino que le trató con ignominia y desprecio, teniéndole como en custodia en un país pantanoso y malsano; pero entonces le envió á