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LÚCULO.

Tigranes, al primero que le anunció la venida de Lúculo, en lugar de mostrársele contento, le cortó la cabeza; con lo que ninguno otro volvió á hablarle paiabra, sino que permaneció en la mayor ignorancia, quemándose ya en el fuego enemigo, y no escuchando sino el lenguaje de la lisonja, que le decia que áun se mostraria Lúculo insigne general si aguardaba en Efeso á Tigranes y no daba á huir inmediatamente del Asia al ver tantos millares de hombres. Así, al modo que no es para cualquiera cuerpo el aguantar la inmoderada bebida, en la propia forma no es de cualquiera juicio el no perder la prudencia y el tino en la excesiva prosperidad. Con todo, el primero de sus amigos que se atrevió á decirle la verdad fué Mitrobarzanes; el cual no alcanzó tampoco el más envidiable premio de su sinceridad: porque al punto se le mandó contra Lúculo con tres mil caballos y mucha infantería, y llevando la órden de traer vivo al general y de deshacerse á puntillazos de todos los demas. El ejército de Lúculo, parte se hallaba ya acampado, y parte estaba todavía en marcha: anunciándole, pues, sus avanzadas la venida del bárbaro, temió no los sorprendiese cuando se hallaban separados y fuera de órden. Quedóse por tanto disponiendo el campamento; y envió al legado Sextilio con mil y seiscientos caballos, y con pocos más entre infanteria y tropas ligeras, dándole órden de llegar hasta cerca de los enemigos y hacer allf alto, hasta saber que ya estaba acampada toda la tropa que con él quedaba.

Sextilio bien queria atenerse á la órden; pero no pudo ménos de venir á las manos, precisado de Mitrobarzanesa que le cargó con el mayor arrojo. Trabado el combate, Mitrobarzanes murió peleando; y dando á huir los demas, perecieron asimismo todos, á excepcion de muy pocos. Tigra—¹ nes, á consecuencia de este suceso, abandonó á Tigranocerta, ciudad populosa, fundada por él mismo; y se retiró al monte Tauro para reunir allí grandes fuerzas de todas,