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Plutarco.—Las vidas paralelas.

éstos con el tiempo al cabo se salieron con su propósito.

Lúculo en tanto caminó á marchas forzadas al Eufrates, y encontrándole salido de madre y turbio con la lluvia, tuvo sumo disgusto por la detencion que habia de causarle en reunir barcos y construir lanchas; pero habiendo empe zado por la tarde á ceder la inundacion y bajado mucho por la noche, al amanecer ya el rio se mostró muy reco gido. Los del país, advirtiendo en medio del álveo unas isletas, y que la corriente se detenia plácidamento en ellas, se postraban ante Lúculo, porque aquello no habia sucedido antes sino muy pocas veces, y porque el rio se le mostraba benigno y apacible, ofreciéndole un paso descansado y fácil. Aprovechando, pues, la ocasion, pasó el ejército; y en el acto de pasar tuvo una señal muy fausta.

Crianse vacas sagradas de Diana Pérsica, que es la Diosa de mayor veneracion para los bárbaros del otro lado del Eufrates. No hacen uso de estas vacas sino para los sacrificios: por lo demas, yerran libres por los pastos, llevando impresa la señal de la Diosa, que es una antorcha; y cuando las han menester no es cosa fácil ni de pequeño trabajo el echarles mano. Una de estas, encaminándose mientras el ejército pasaba á una peña consagrada segun se cree á la Diosa, se paró en ella; y bajando la cabeza como las que son tiradas con cuerda, se ofreció así á Lúculo para que la sacrificase; y hecho, sacrificó tambien un loro al Eufrates en reconocimiento del feliz tránsito.

Descansó aquel dia; pero al otro y demas siguientes continuó su marcha por la Sofena, sin causar perjuicio á los habitantes, que saliéndole al encuentro hacian muy buena acogida al ejército; y aun queriendo los soldadas ocupar un fuerte en que á su entender habia grandes riquezas:

«aquel, les dijo, es el fuerte de que nos hemos de apoderar (mostrándoles el monte Tauro á lo léjos), que este otro reservado queda á los vencedores;» y apresurando áun más la marcha, pasó el Tígris, y entró en la Armenia.

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