Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo III (1879).pdf/154

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
156
Plutarco.—Las vidas paralelas.

á deliberar sobre el partido que debia tomarse; y unos le aconsejaban que marchara contra Tigranes, abandonando el sitio; otros que no dejara á la espalda tantos enemigos ni levantara el cerco; mas él, diciéndoles que separados ni uno ni otro consejo daban en lo conveniente, y juntos sl, dividió sus fuerzas, dejando á Murena con seis mil hombres para continuar el asedio; y él tomando el resto, que eran veinticuatro cohortes con ménos de diez mil infantes, toda la caballería y unos mil entre honderos y arqueros, marchó en busca de los enemigos; y poniendo sus reales junto al rio en una gran llanura, se mostró á Tigranes objeto muy pequeño, siendo para sus aduladores materia de entretenimiento; porque unos lo ridiculizaban, otros echaban suertes sobre los despojos, y cada uno de aquellos reyes y generales presentándose á Tigranes le rogaba que aque!

negocio lo dejara á él solo, contentándose con ser espectador. Quiso tambien éste hacer del gracioso y burlon, pronunciando aquel dicho ya tan vulgar: «para embajadores son muchos, para soldados muy pocos: así estuvieron burlándose y divirtiéndose por entónces. Al amanecer sacó Lúculo su ejército armado: el de los enemigos se hallaba al Oriente del rio. Daba allí éste un rodeo hácia Poniente, y era por aquella parte por donde podia pasarse mejor: así, conduciendo apresuradamente sus tropas en direccion opuesta, se le figuró á Tigranes que huia, y llamando á Taxiles, le dijo riendo á carcajadas: «No ves cómo huye esa invicta infantería romana?» Y entonces Taxiles: ¡Ojalá híciera vuestro buen Genio, oh Rey, ese milagro! pero no se visten los hombres de limpio para las marchas, ai usan de escudos acicalados, ni de morriones desnudos como ahora, quitando sus fundas á las armas; sino que aquella brillantez es de soladados que buscan pelea, dirigiéndose de hecho contra los enemigos.» Decía esto Taxiles cuando ya la primera águila, que era la de Lúculo, habia dado la vuelta, y las cohortes ocupaban sus puestos para pasar el rio; y en-