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Plutarco.—Las vidas paralelas.

puesto en el sitio más eminente, avencimos, exclamó en voz alta; vencimos, camaradas;» y al punto cayó sobre los coraceros, mandando que no hiciesen uso de las picas, sino que tirándolas al suelo hirieran á los enemigos en las piernas y los muslos, que es lo único que los armados no tienen defendido. Mas estuvo de sobra esta prevencion, porque no aguardaron la llegada de los Romanos; sino que al punto, levantando espantosos alaridos, dieron á huir con la más vergonzosa cobardía, y ellos y sus caballos con su8 pesadas armaduras cayeron sobre su misma infantería ántes que ésta hubiese entrado en accion: de modo que sin una herida, y sin haberse derramado una gota de sangre, quedaron vencidos tantos millares de miles de hombres; y si fué grande la matanza en los que huian, áun fué mayor en los que querian y no podian huir, impedidos entre si por lo espeso y profundo de la formacion. Tigranes, dando á correr desde el principio, escapó con algunos pocos, y viendo que a su hijo le cabia la misma suerte, quitándose la diadema de la cabeza, se la entregó con lágrimas, mandándole que por otra vía se salvara como pudiese. No se atrevió aquel jóven á ceñirse con ella las sienes, sino que la dió á guardar á uno de los mancebos de quien más se fiaba; y como despues éste por desgracia cayese cautivo, entre los demas que lo fueron lo fué tambien la diadema de Tigranes. Dícese que de los infantes murieron más de cien mil hombres, y de los de á caballo se salvaron muy pocos: los Romanos tuvieron cien heridos y cinco muertos. Antioco el Filósofo, haciendo mencion de esta batalla en su obra sobre los Dioses, dice que el sol no vió otra semejante; Estrabon, otro filósofo, dice en sus memorias históricas que los mismos Romanos estaban avergonzados y se reian de sí mismos por haber tomado las armas conIra semejantes esclavos; y Livio refiere que nunca los Romanos babian sido tan inferiores en número á los enemigos; porque apenas los vencedores eran la vigésima parte, sino