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Plutarco.—Las vidas paralelas.

impidió que se diese, ayudado de Caton; de manera que Pompeyo tuvo que acudir á la amistad, ó por mejor decir, á la conjuracion de Craso y César; y llenando la ciudad de armas y de soldados hizo que pasaran por fuerza sus decretos, expeliendo de la plaza á Caton y Lúculo. Como los buenos ciudadanos se hubiesen indignado de este proceder, sacaron los Pompeyanos á plaza á un tal. Veccio, suponiendo que le habian sorprendido estando en acecho contra Pompeyo. Cuando aquél fué interrogado sobre este hecho, en el Senado acusó á otros; pero ante el pueblo nombró á Lúculo, diciendo ser quien le habia pagado para asesinar á Pompeyo; pero nadie le dió crédito, siendo á todos bien manifiesto que aquéllos le habian sobornado para levantar semejante calumnia; lo que todavia se descubrió más á las claras cuando al cabo de muy pocos dias fué Veccio arrojado á la calle muerto desde la cárcel, diciéndose que él se habia dado muerte: pues viéndose en el cadáver señales del lazo y de heridas, se entendió haberle muerto los mismos que le sedujeron.

Con esto todavía se apartó más Lúculo de los negocios; y cuando despues Ciceron salió desterrado, y Caton fué enviado á Chipre, entonces les dió enteramente de mano.

Dícese además que antes de morir se le perturbó la razon, desfalleciendo poco a poco; pero Cornelio Nepote refiere que no la perdió Lúculo por la vejez ó por enfermedad, sino que fué alterada por una bebida que le propiné Calislenes, uno de sus libertos; y que el habérsela propinado fué para que Lúculo le amase más, creyendo que la bebida, tenía esta virtud; y por fin que con ella se le ofendió y alteró la razon en términos de haber sido preciso que viviendo él se encargase el hermano de la administracion de su hacienda. Con todo, apénas murió, como si hubiera fallecido en lo más floreciente de su mando y de su gobierno, sintió el pueblo su muerle, concurriendo á sus exequias; y llevado el cadáver á la plaza por los jóvenes más