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Plutarco.—Las vidas paralelas.

zaban á hacerles agravios en haber formado alianza con los Beocios y no haber entregado en pié las ciudades de Panacto y Anfipolis, aferrándose en estas causas, procuraba acalorar al pueblo haciéndoselas presentes á toda hora. Finalmente, habiendo hecho venir una legacion de Argos para entablar alianza con los Atenienses, trabajaba para que lo consiguiese. Vinieron en esto embajadores de los Lacedemonios con plenos poderes, y como presentándose al Senado hubiesen dado idea de admitir toda condicíon justa y moderada, temeroso Alcibiades de que con sus proposiciones ganaran tambien al pueblo, desconcertó sus planes con una perfidia, ofreciéndoles bajo juramento que hallarian en él auxilio para cuanto quisiesen, con tal que no dijeran ni convinieran en que venian plenamente autorizados: porque así saldrian mejor con su intento. Habiéndole dado crédito y unidose á él, abandonando á Nicias, los hizo comparecer ante el pueblo, y les preguntó si habian venido con plenos poderes para todo; y como dijesen que no, mudado repentinamente contra todo lo que podian esperar. llamó la atencion del Senado sobre lo que acababan de decir, y excitó al pueblo á que no diera oidos ni crédito á unos hombres que tan abiertamente mentian y que ahora decian una cosa y luego la contraria. Quedaron tan pasmados como se deja conocer; y no teniendo el mismo Nicias nada que decir de sorprendido y disgus tado, al punto se decidió el pueblo á llamar y hacer venir á los de Argos para concluir la alianza; pero se puso de parte de Nicias un terremoto que en esto sobrevino, siendo causa de que se disolviese la junta. Congregada otra vez al dia siguiente, ora con discursos y ora con ruegos, lo único que pudo alcanzar, y áun esto con dificultad, fué contener la negociacion de los Argivos, y que á él se le enviase en legacion á los Lacedemonios, con esperanza que dió de que todo se transigiria á satisfaccion. Pasando, pues, á Esparta, en todo lo demas le honraron como cor-