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NICIAS.

cioso dicho de que á los que en la paz toman el sueño no los despiertan las trompetas, sino los gallos. Abominando, pues, y maldiciendo a los que suponian tener el hado dispuesto que aquella guerra se lidiara por tres veces nueve años, trataron y conferenciaron entre sí é hicieron la paz.

Formóse entonces generalmente la idea de que aquella reconciliacion era estable, y todos tenian siempre á Nicias en los labios, diciendo que era un hombre amado de los dioses, á quien su buen Genio habia concedido por su piedad que del mayor y más apreciable bien entre todos hubiera tomado el nombre: porque realmente así creian obra suya la paz, como de Pericles la guerra: pareciéndoles que éste por muy pequeños motivos habia arrojado á los Griegos en grandes calamidades, y que aquél les habia hecho olvidar los muluos agravios, volviéndolos amigos.

Por tanto, esta paz hasta el día de hoy se llama Nicea.

Convínose por los tratados en que se restituirian reciprocamente las tierras, las ciudades y los cautivos que tuviesen, sorteándose sobre quiénes babian de ser los primeros á restituir: y Nicias compró con su dinero reservadamente la suerte para que fuesen los primeros los Lacedemonios: á lo menos así lo reflere Teofrasto. Viendo que los Corintios y Beocios oponian dificultades, y que con diferentes achaquos y quejas procuraban otra vez encender la guerra, persuadió Nícias á los Atenienses y Lacedemonios á que á la paz añadieran la alianza, como un refuerzo y nuevo vínculo con el que se hicieran más temibles á los disidentes, y se estrecharan más entre si. Verificado esto, Alcibiades, que no lenía genio de estarse quieto, y que se ballaba resentido de los Lacedemonios, porque no haciendo cuenta de él, y mirándole con desden, se manifestaban adictos á Nicias, desde luego se propuso minar la paz; y aunque por entonces nada pudo adelantar, como de allí á poco no se mostrasen ya los Lacedemonios tan complacientes con los Atenienses, y ántes pareciese que empe.