que no tanto la corta el no poseerle los particulares, como la excita el que la república lo emplee, dándole el uso, precio y estimacion: no siendo posible que lo que veian apreciado en público lo despreciasen como inútil en particular, y que creyesen no servir de nada para los negocios domésticos una cosa tan estimada y apetecida en comun; fuera de que con más facilidad pasan á los particulares las inclinaciones y costumbres manifestadas por los gobiernos, que no los yerros y afectos de los particulares estragan y corrompen las costumbres públicas. Porque el que las partes se estraguen juntamente con el todo cuando este se inclina á lo peor, es muy natural y consiguiente:
y los yerros de los miembros hallan respecto del todo mucha defensa y auxilio en los bien morigerados. Además, aquellos á las casas de los particulares, para que en ellas no penetrase el dinero, les pusieron por guarda el miedo y la ley; pero no conservaron los ánimos insensibles é inflexibles al atractivo del dinero, sino que ántes encendieron en todos el deseo de enriquecer, como de una cosa grande y honorífica. Mas de este y otros institutos de los Lacedemonios bernos tratado en otro escrito.
De los despojos consagró Lisandro en Delfos su retrato, y el de cada uno de los capitanes de las naves, y puso de oro las estrellas de los Dióscuros, las que ya no existian antes de la batalla de Leuctras. En el tesoro de Brasidas y de los Acancios habia además una galera de dos codos hecha de oro y marfil, la que le habia enviado Ciro de regalo en parabien de la victoria. Alejandrides de Delfos refiere que existió allí un depósito de Lisandro en dinero de un talento, cincuenta y dos minas, y además once pesos; diciendo cosas que están en oposicion con lo que generalmente se halla recibido por todos acerca de su pobreza.
Llegando entonces el poder de Lisandro al punto á que no habia llegado ánles ninguno de los Griegos, parece que su arrogancia y orgullo sobrepujó todavía á su poder: por-