Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo III (1879).pdf/260

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
262
Plutarco.—Las vidas paralelas.

ras. Dióse á Surena un aviso falso, diciéndosele que Craso había huido con los principales, y que la muchedumbre que se habia refugiado á Carras era una mezcla de hombres de quienes no se debia hacer ninguna cuenta. Creyó, pues, haber perdido el blanco principal de su victoria; mas dudoso todavía, y deseando informarse de lo cierto para sitiar á Craso si allí estaba, ó perseguirle en otro caso sin detenerse con los de Carras, envió á esta ciudad uno de los que estaban con él que sabía ambos idiomas, dándole órden de que en lengua romana llamara al mismo Craso ó á Casio, manifestando que Surena venía á tratar con ellos.

Dijolo éste como se le habia mandado, y luego que se dió parte á Craso, aceptó la convocacion. Al cabo de poco vinieron asimismo de parte de los bábaros unos Arabes, que conocian de vista á Craso y á Casio, por haber estado con ellos en el campamento ánles de la batalla; y éstos viendo á Casio sobre la muralla, le dijeron que Surena estaba dispuesto a tratar de paz, y les concedia ir salvos, con tal que admitieran la amistad del Rey y abandonaran la Mesopotamia; porque consideraba que esto era lo que á unos y á otros convenia más que llegar á los últimos extremos. Admitiendo la proposicion Casio, y diciéndoles que deseaba se determinara el lugar y tiempo en que Craso y Surena tendrian su entrevista, prometieron que así lo harian, y marcharon.

Contento Surena con tenerlos sujetos á un sitio, al dia siguiente condujo allá sus tropas, las que desmandándose en injurias contra los Romanos, llegaron á proponerles que si querian alcanzar capitulacion les habian de entregar atados á Craso y á Casio. Indignáronse de verse así engañados, y diciendo á Craso que era necesario dar de mano á las vanas y largas esperanzas de los Armenios, se decidieron por la fuga. Era muy importante que ninguno de los Carreños lo supiese antes de tiempo; pero justamente lo supo Andromaco, hombre entre todos el más infiel y