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MARCO CRASO.

fué terrible el desórden y la confusion que entre sollozos y lamentos se apoderó del campo. Despues, cuando ya estaban en marcha, los sobrevino nueva turbacion y terror, creyendo que se acercaban los enemigos: muchas veces retrocedian; otras muchas tomaban el orden de formacion; y de los heridos que los seguian, ya poniendo en los bagajes á unos y ya bajando á otros, fué larga la detencion que tuvieron, á excepcion de trescientos de caballeria mandados por Gnacio, que arribarop á Carras como á la media noche. Habló éste á los centinelas en lengua romana; y como le hubiesen entendido, les encargó dijeran á su comandante Coponio que Craso habia tenido una grande batalla con los Partos; y sin decir más, ni descubrir quién era, se apresuró á llegar al puente, y salvó aquella tropa; mas fué muy vituperado por haber abandonado á su general. Con todo, aprovechó á Craso aquella ligera expresion suya referida á Coponio; porque conjeturando éste que lo breve y corlado del anuncio no era de quien traia buenas nuevas, mandó inmediatamente á los soldados tomar las armas; y luego que se informó de que Craso estaba en camino, salió á recibirle, y acompañó á su ejército hasta la ciudad.

Los Partos, aunque por la noche sintieron su partida, no los persiguieron; pero á la mañana, pasando al campamento, acabaron con los que en él habian quedado, que no bajarian de cuatro mil; y á muchos que se habían perdido por aquellas llanuras, les dieron alcance partidas de cabaHería. A cuatro cohortes que el legado Vargunteyo habia separado del cuerpo del ejército, y que habian errado el camino, las sorprendieron en un collado, y sin embargo de que se defendieron con valor, no pudieron evitar el ser pasadas á cuchillo, á excepcion solamente de veinte hombres: pues maravillados de que éstos con sus espadas trataran de abrirse camino entre ellos, se abstuvieron de herirlos, y les permitieron que sin ofensa se retiraran á Car-