Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo III (1879).pdf/292

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
294
Plutarco.—Las vidas paralelas.

—LAS VIDAS PARALELASdeleznable por su finura, incapaz de sostener á los que andan por ella, y que con tocarla ligeramente se deshace como la cal ó la ceniza. Era por tanto imposible tomar por fuerza á estos bárbaros; porque cuando lemian ser perseguidos, se reliraban con las presas que habian hecho á sus cuevas, y de alli no se movian. En ocasion, pues, en que Sertorio se reliraba de Metelo, y habia establecido su campo junto á aquel monte, le insultaron y despreciaron, mirándole como vencido; y él, bien fuese de cólera, ó bien por no dar idea de que huia, al dia siguiente muy de mañana movió con sus tropas, y fué á reconocer el silio.

Como por ninguna parte lenía subida, anduvo dando vueltas, haciéndoles vanas amenazas; mas en esto advirtió que de aquella tierra se levantaba mucho polvo, y que por el viento era llevado á lo alto: porque, como hemos dicho, las cuevas estaban al Norte, y el viento que corre de aquella region, al que algunos llaman Cecics, es alli el que más domina y el más impetuoso de todos, soplando de países húmedos y de moutes cargados de nieve. Estabase entonces en el rigor del verano, y fortificado el viento com el deshielo que en la parte septentrional se experimenlaba, le tomaban con mucho gusto aquellos naturales, porque en el dia los refrigeraba á ellos y á sus ganados. Habialo discurrido así Sertorio, y se lo habia oido tambien á los del contorno; por lo cual dió órden á los soldados de que recogiendo aquella tierra suelta y cenicienta, la fueran acumulando en diferentes puntos delante del monte; y como creyesen los bárbaros que el objeto era formar triocheras contra ellos, lo tomaron á burla. Trabajaron en esto los soldados hasta la noche, hora en que se retiraron; pero por la mañana siguiente empezó desde luego á soplar una aura suave, que levantó lo más delgado de aquells tierra amontonada, esparciéndola á manera de humo; y despues, arreciándose el cecias con el sol, y poniéndose ya en movimiento los montones, los soldados que se balla-