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SERTORIO.

ban presentes los revolvian desde el suelo y ayudaban á que se levantase la tierra. Algunos corrian con los cabalos arriba y abajo, y contribuian tambien á que la tierra se remontase en el aire, y á que hecha un polvo todavía más delgado, fuese de aquel impelida a las casas de los bárbaros, que recibian el cierzo por la puerta. Estos, como las cuevas no tenian otro respiradero que aquel sobre el que se precipitaba el viento, quedaron muy luego ciegos, y además empezaron á ahogarse, respirando un aire incómodo y cargado de polvo; por lo cual apénas pudieron aguantar dos dias, y al tercero se entregaron: aumentando, no tanto el poder como la gloria de Sertorio, por verse que lo que no estaba sujeto á las armas, lo alcanzaba con la sabiduría y el ingenio.

Mientras que hizo la guerra á Metelo parecia que su buena suerte era en gran parte debida á la vejez y torpeza de éste, que no podia contrarestar á un hombre osado, y caudillo más bien de una tropa de bandoleros que de un ejército reglado; pero cuando despues de haber pasado Pompeyo los Pirineos contrapuso al de éste su campo, y dieron uno y otro diferentes pruebas de toda la habilidad y pericia militar, y se vió que sobresalia Sertorio así en acometer como en saber guardarse, entonces enteramente fué declarado áun en Roma mismo como el más diestro para dirigir la guerra entre los generales de su edad. Y eso que no era vulgar la fama de Pompeyo, sino que estaba entonces en lo más florido de su gloria de resulta de sus hazañas en el partido de Sila, por las que éste le apellido Magno, que quiere decir grande; y mereció los honores del triunfo áun ántes de salirio la barba, Así es que muchas de las ciudades sujetas á Sertorio, volviendo á aquél la vista, pensaban en mudanzas; sino que recedierou despues de este propósito por el suceso de Lauron, que sal:ó muy al reves de lo que se esperaba. Teníalos sitiados Sertorio, y fué Pompeyo en su socorro con todas sus