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Plutarco.—Las vidas paralelas.

fuerzas. Habia un collado en la mejor situacion contra la ciudad, y el uno por tomarle, y por impedirlo el otro, movieron ambos de sus campos. Adelantúse Sertorio; y Pompeyo entonces, acudiendo con su ejército, lo tuvo á gran ventura, porque creyó que iba á coger á Sertorio en medio de la ciudad y de sus tropas; y avisando á los Lauronitas, les dijo que tuvieran buen ánimo, y salieran á las murallas á ver siliado á Sertorio. Mas éste cuando lo supo se echó a reir; y «ya le enseñaré yo, dijo, al discípulo de Sila (porque así llamaba por burla á Pompeyo) que el general debe mirar mucho en derredor, y no precisamente delante de sí;» y en seguida hizo advertir á los sitiados que habia dejado seis mil infantes en el primer campamento de donde habia salido para tomar el collado, á fin de que cuando Pompeyo le acometiese, lo tomasen éstos por la espalda.

Echúlo tarde de ver Pompeyo: así no se atrevió á combatir, temiendo ser cortado, ni tampoco se resolvió de vergüenza á retirarse y abandonar á los Lauronitas en aquel peligro; mas fućle preciso estar presente y ser testigo de su perdicion: porque aquellos bárbaros desmayaron, y se entregaron á Sertorio. No tocó éste á las personas, ántes los dejó ir libres; pero lo que es la ciudad, la abrasó; no por cólera ó por crueldad, porque entre todos los generales parece que fué éste el que ménos se dejó llevar de la ira, sino para afrenta y mengua de los que tanto admiraban á Pompeyo: pues correria la voz entre los bárbaros de que con estar presente, y casi calentarse al fuego de una ciudad aliada, no le dió socorro.

Sufrió Sertorio bastantes derrotas, no obstante que en si mismo y en los que con él peleaban se conservó siempre invicto, sino que fué quebrantado en otros generales suyos; pero áun era más admirado por el modo de reparar estos descalabros, que sus contrarios por la victoria: como sucedió en la batalla del Júcar con Pompeyo, y en la del Turia con el mismo y con Metelo. De la del Júcar se dice