baberse dado acometiendo Pompeyo, para que Metelo no tuviese parte en la victoria. Sertorio queria tambien combatir con Pompeyo ántos que llegara Metelo; y reuniendo su gente, se presentó á la pelea entrada ya la tarde, reflexionando que las tinieblas serian á los enemigos, extran¡eros é ignorantes del terreno, un estorbo para huir, ó para seguir el alcance. Trabada la balalla, hizo la casualidad que no estuviera él al principio opuesto á Pompeyo, sino á Afranio, que mandaba la izquierda, hallándose él colocado en su derecha; pero habiendo entendido que los que contendian con Pompeyo aflojaban y eran vencidos, encargó la derecha á otros de sus generales, y pasó corriendo á la parte vencida. Reunió y alentó á unos que ya se retiraban, y á otros que se mantenian en formacion, y cargando de recio á Pompeyo, que perseguia á los primeros, le puso en desórden, y estuvo en muy poco que no pereciese, habiendo salido herido y salvádose prodigiosamente; y fué que los Africanos que estaban al lado de Sertorio, cuando cogieron el caballo de Pompeyo engalanado eon oro y adornado de preciosos arreos, al partirlos altercaron entre sí y abandonaron el alcance. Afranio, desde el momento que Sertorio partió en socorro de la otra ala, rechazó á los que tenía al frente, y los llevó hasta el campamento, en el que se precipitó con ellos, y empezó á saquearlo. Era ya de noche, y no sabía que Pompeyo habia sido puesto en fuga, ni podia contener á los suyos en el pillaje. Vuelve en esto Sertorio, que por su parte habia vencido, y sorprendiendo á los de Afranio, que se aturdieron por hallarse desordenados, hizo en ellos gran matanza.
A la mañana temprano armó sus tropas, y bajó de nuevo á dar batalla; pero noticioso de que Metelo estaba cerca, mudó de propósito, y se retiró ai campamento, diciendo:
«A fe que al mozuelo éste, si la vieja no hubiera llegado, le habria yo dado una zurra, y lo habria enviado á Roma.» Andaba muy decaido de ánimo, á causa de que no pare-