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AGESILAO.

á la Diosa con aquellos sacrificios que por lo mismo de ser Diosa le babian de ser más agradables, y en ninguna manera imitaria la insensibilidad de aquel general; y coronando una cierva, dió órden de que la inmolara su adivino, y no el que solia ejecutarlo, destinado al efecto por los Beocios. Habiéndolo sabido los Beotarcas, encendidos en ira, enviaron heraldos que denunciasen á Agesilao no hiciera sacrificios contra las leyes y costumbres patrias de la Beocia; y habiéndole hecho éstos la intimacion, arrojaron del ara las piernas de la víctims. Fué de sumo disgusto á Agesilao este suceso, y se hizo al mar irritado contra los Tebanos, y decaido de sus esperanzas, á causa del agüero, pareciéndole que no llevaria á cabo sus empresas, ni su expedicion tendria el éxito conveniente.

Llegados á Efeso, desde luego fué grande la dignidad de Lisandro, y su poder se hizo odioso y molesto, acudiendo en tropel las gentes en su busca, y siguiéndole y obsequiándole todos; de manera que Agesilao tenía el nombre y el aparato de general por la ley; pero en el hecho Lisandro era el árbitro y el que todo lo podia y ejecutaba. Porque de cuantos generales habian sido enviados al Asia, ninguno habia habido ni más capaz, ni más terrible que él; ni hombre ninguno había favorecido más á sus amigos, ni había hecho á sus enemigos mayores males. Como aquellos habitantes se acordaban de estas cosas, que eran muy recientes, y por otra parte veian que Agesilao era modesto, sencillo y popular en su trato, y que aquél conservaba sin alteracion su dureza, su irritabilidad y sus pocas palabras, á él acudían todos, y él solo se llevaba las atenciones. En consecuencia de esto desde el principio se mostraban disgustados los demas Esparciatas, teniéndose más por asistentes de Lisandro, que por consejeros del Rey; y despues el mismo Agesilao, aunque no tenía nada de envidioso, ni se incomodaba de que se honrase á otros; como no le faltasen ni ambicion ni carácter, temió no fuera que si ocur-