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AGESILAO.

no habian visto á Alejandro sentado en el trono de Dario; sino que más bien creo que deberian los que le vieron haber llorado, reflexionando que dejaron para Alejandro y los Macedonios aquellos triunfos los que en Leuctras, en Coronea, en Corinto y en la Arcadia vencieron y acabaron á los generales griegos. En cuanto á Agesilao, ninguna accion hubo en su vida más ilustre ó más grande que esta retirada; ni jamás se dió un ejemplo más glorioso de obediencia y de justicia. Pues si Aníbal, cuando ya estaba en decadencia y casi se veia arrojado de la Italia, con gran dificultad obedeció á los que le llamaban á sostener la guerra en casa; y si Alejandro áun tomó á burla la noticia que se le dió de la batalla de Antipatro contra Agis, diciendo: «parece, oh soldados, que mientras nosotros vencíamos aquí á Darto, ha habido en Arcadia una guerra de ratones; «¿cómo podremos dejar de dar el parabien á Esparta por el honor con que le trató Agesilao, y por su respeto y sumision á las leyes? el cual, apenas recibió la órden, abandonando y arrojando de las manos la singular fortuna y gran poder que de presente tenía, y las brillantes esperanzas que veia próximas, al punto se embarcó, á la mitad de su empresa; dejando gran deseo de su persona á los aliados, y falsificando aquel dicho de Demostrato de F aecia: de que en comun son mejores los Lacedemonios, y en particular los Atenienses; pues habiéndose mostrado rey y general excelente, áun fué mejor y más apacible amigo y compañero para los que en particular le trataron. Como la moneda de Persia tuviese grabado un arquero ó sagitario, al mover su campo, dijo que el Rey lo expelia del Asia con diez mil arqueros; y es que otros tantos se habian llevado á Atenas y á Tebas, y se habian distribuido á los demagogos; con lo que estos pueblos habian declarado la guerra á los Esparciatas.

Pasado el Helesponto, caminaba por la Tracia, sin hablar de permiso á ninguno de aquellos bárbaros; y lo único