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Plutarco.—Las vidas paralelas.

cargado de la república floreciente y poderosa, veia coneulcada su dignidad y ajada su vanagloria, de la que él mismo había hecho gala muchas veces, diciendo que ninguna Lacona habia visto jamás el humo enemigo. Cuéntase asimismo de Antalcidas, que contendiendo con él un Atenianse sobre el valor, y diciéndole: «nosotros os hemos perseguido muchas veces desde el Cefiso,» le contestó:

«pues nosotros nunca hemos tenido que perseguiros desde el Eurotas. Por este mismo término respondió á un Argivo uno de los más oscuros Esparciatas; pues diciéndole aquéi:

«muchos de vosotros reposan en la Argolide,» le replicó:

««para eso ninguno de vosotros en la Laconia.» Refieren algunos haber Antalcidus, que era á la sazon Eforo, enviado sus hijos á Citera, temeroso de aquel peligro; en el cual Agesilao, viendo que los enemigos intentaban pasar el rio y penetrar en la poblacion, abandonando todo lo demas, formó delante del centro de la ciudad y al pié de las alturas. Iba entonces el Eurotas muy caudaloso y fuera de madre por haber nevado; y el pasarlo les era á Jos Tebanos más difícil todavía por la frialdad de las aguas que por la rapidez de su corriente. Marchando Epaminondas al frente de sus tropas, se le mostraron algunos á Agesilao; y éste, mirándole largo rato, poniendo una y otra vez los ojos en él, ninguna otra cosa dijo, segun se cuenta, sino lo siguiente: «¡Qué hombre lan resuelto!» Aspiraba Epaminondas á la gloria de trabar batalla dentro de la ciudad y erigir un trofeo; pero no habiendo podido atraer y provocar á Agesilao, levantó el campo y taló el país de nuevo. En Esparta algunos ya de antemano sospechosos y de dañada intencion, como unes doscientos en número, se sublevaron y tomaron el Hisorio, donde está el templo de Diana, lugar bien defendido y muy difícil de ser forzado; y como los Lacedemonios quisieran ir desde luego á dosalojarlos, temeroso Agesilao de que sobreviniesen otras turbaciones, mandó que todos guardasen sus puestos, y él