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Plutarco.—Las vidas paralelas.

y su afabilidad en el trato; porque á ninguno se le pedia con ménos reparo, ni nadie manifestaba más placer en que se le pidiese, yendo los favores libres de toda molestia cuando los otorgaba, y acompañados de cierta gravedad cuando los recibia.

Su aspecto fué desde luego muy afable, y que le conciliaba atencion áun ántes que hablase: porque era amable con dignidad, sin que esta excluyese el parecer humano; y en la misma flor y brillantez de la juventud resplandeció ya lo grave y régio de sus costumbres. Además, el cabello un poco levantado, y el movimiento compasado y blando de los ojos daban motivo más bien á que se dijese que habia cierta semejanza entre su semblante y los retratos de Alejandro, que no á que se percibiese en realidad; mas por ella empezaron muchos á darle este nombre; lo que él al principio no rehusaba; pero luego se valieron de esto algunos para llamarle por burla Alejandro; hasta tal punto que habiendo tomado su defensa Lucio Filipo, varon consular, dijo como por chiste, que no debia parecer extraño si se mostraba amante de Alejandro siendo Filipo. Dícese de la cortesana Flora, que siendo ya anciana solía hacer frecuente mencion de su trato con Pompeyo, refiriendo que no le era dado, habiéndose entretenido con él, retirarse sin llevar is impresion de sus dientes en los labios. Añadia á esto, que Geminio, uno de los más íntimos amigos de Pompeyo, la codíció, y ella le hizo penar mucho en sus solicitudes, hasta que por fin tuvo que responderle que se resistia á causa de Pompeyo; que Geminio se lo dijo á éste, y Pompeyo condescendió con su deseo, y de allí en adelante jamás volvió á tratarla ni verla, sin embargo de que parecia que le conservaba amor; y finalmente, que ella no llevó este desvío como es propio á las de su profesion, sino que de amor y de pesadumbre estuvo por largo tiempo enferma. Fué tal y tan celebrada, segun es fama, la hermosura de Flora, que queriendo Cecilio Metelo adornar con esta-