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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tropa que le seguia con un aire imponente, y que se mosLraba alegre y ufano con sus triunfes, se apeó del caballo; y siendo, como era justo, saludado emperador, bizo la misma salutacion á Pompeyo, cuando nadie esperaba que á un joven que todavía no estaba inserito en el Senado le hiciera Sila participante de un nombre por el que hacía la guerra á los Escipiones y á los Marios. Todo lo demas cor respondió y guardó conformidad con este primer recibimiento; levantándose cuando llegaba Pompeyo, y descubriéndose la cabeza: distinciones que no se le veia fácilmente hacer con otros, sin embargo de que tenía á su lado á muchos de los principales ciudadanos. Mas no por esto se ensoberbeció Pompeyo; sino que enviado por el mismo Sila á la Galia, de la que era gobernador Metelo, y donde parecía que éste no hacía cosa que correspondiese á las fuer zas con que se hallaba, dijo no ser puesto en razon que á un anciano que tanto le precedia en dignidad se le quitara el mando; pero que si Metelo venía en ello y lo reclamaba, por su parte estaba dispuesto á hacer la guerra y auxiliarle. Prestóse á ello Metelo; y habiéndole escrito que fuese, desde luego que entró en la Galia empezó á ejecutar por si brillantes hazañas, y fomentó y encendió otra vez en Metelo el carácter guerrero y resuelto que estaba ya apagado por la vejez: al modo que se dice que el metal derretido y liquidado á la lumbre, si se vacia sobre el compacto y trio pone en él mayor encendimiento y calor que el mismo fuego. Mas así como de un atleta que se distingue entre todos, y ha dado fin glorioso á todos sus combates, no se refieren las victorias pueriles, ni se les da la menor importancia; de la misma manera con haber sido brillantes en sí los hechos de Pompeyo en aquella época, habiendo quedado enterrados bajo la muchedumbre y grandeza de los combates y guerras que vinieron despues, no nos atrevemos á moverlos, no sea que deteniéndonos demasiado en los principios, nos falte despues tiempo