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POMPEYO.

puntos de Italia adonde llegaba, de separar á los naturales del partido contrario.

Marcharon, pues, contra él á un tiempo tres caudillos enemigos, Carina, Celio y Bento, no de frente todos, ni juntos, sino formando una especie de círculo con sus divisiones, como para echarle mano; pero él no se intimido, sino que llevando reunidas todas sus fuerzas cargó confta sola la division de Bruto con la caballería, al frente de la cual se puso. Vino tambien á oponérsele la caballería enemiga de los Galos, y adelantándose á herir con la lanza al primero y más esforzado de éstos, acabó con él. Volvieron caras los demas, y desordenaron la infantería dando todos á huir; y como de resultas se indispusiesen entrer sf los tres caudillos, se retiraron por donde cada uno pudo. Acudieron entonces las ciudades á Pompeyo en el supuesto de que habia nacido de miedo la dispersion de los enemigos.

Dirigióse tambien contra él el cónsul Escipion; pero antes de que los dos ejércitos hubiesen empezado á hacer uso de las lanzas, saludando los soldados de Escipion á los de l'ompeyo, se le pasaron, y aquél huyó. Finalmente, babiendo colocado el mismo Carbon grandes partidas de caballería á las orillas del rio Arsis, acometiéndolas y rechazándolas vigorosamente, fué persiguiéndolas hasta encerrarias en lugares ásperos, donde no podia obrar la caballería, por lo cual, considerándose sin esperanzas de salud, se le entregaron con armas y caballos.

Todavía no tenía Sila noticia de estos sucesos; pero at primer rumor que le llegó de ellos, temiendo por Pompeyo rodeado de tantos y tan poderosos generales enemigos, se apresuró á ir en su socorro. Cuando Pompeyo supo que se hallaba cerca, dió órden á los jefes de que pusieran sobre las armas y acicalaran sus tropas, á fin de que se presentasen con gallardía y brillantez ante el Emperador, porque esperaba de él grandes honras; pero áun las recibió mejores: pues luego que Sila le vió venir, y á su 25 TOMO III.