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Plutarco.—Las vidas paralelas.

verse; pero Craso empezó á alargarlo la diestra y á saludarle, diciendo al pueblo: «No me parece, oh ciudadanos, que hago nada que no me esté bien, ó que me humille en ser el primero en ceder á Pompeyo, á quien vosotros creisteis deber llamar Magno, ánles que le hubiese salido la barba, y á quien ántes de pertenecer al Senado decretasteis dos triunfos;» y habiéndose en seguida reconciliado, hicieron la entrega de su autoridad. Craso guardó siempre la conducla y método de vida que habia tenido desde el principio; pero Pompeyo se fué desentendiendo poco á poco de patrocinar las causas, se retiró de la plaza, rara vez se mostraba en público, y siempre con grande acompañamiento, pues ya no era fácil el verle ó hablarle sino entre un gran número de ciudadanos que le hacían la corte, pareciendo que tenía complacencia en mostrarse rodeado de mucha gente; dando con esto importancia y gravedad á su presencia, y creyendo que debia conservar su dignidad pura é intacta del trato y familiaridad con la muchedumbre. Porque la vida togada es resvaladiza al menosprecio para los que se han hecho grandes con las armas y no aciertan á medirse con la igualdad popular; pues que creen debérseles de justicia el que aquí como allá sean los primeros; y á los que allá fueron inferiores no les es aquí tolerable el no preferirles; y por lo mismo, cuando cogen en la plaza pública al que ha brillado en los campamentos y en los triunfos, lo deprimen y abaten; pero si éste cede y se retira, le conservan libre de envidia el bonor y poder que allá tuvo; lo que despues confirmaron los mismos negocios.

El poder de los piratas, que comenzó primero en la Cicilia, teniendo un principio extraño y oscuro, adquirió bríos y osadía en la guerra Mitridática, empleado por el Rey en lo que hubo menester. Despues, cuando los Romanos con sus guerras civiles se vinieron todos á las puertas de Roma, dejando el mar sin guarda ni custodia alguna,