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POMPEYO.

su vuelta y todo su viaje fué uno de los espectáculos más magnificos y brillantes que se han visto; y así se dice no haber sido esta la menor de las causas que atrajeron la guerra civil. Porque el exceso de esta satisfaccion dió mayor calor al orgullo con que ya pensaba acerca de los negocios; y creyéndose dispensado de aquella circunspeccion que hasta all ba afianzado y dado estabilidad á sus prósperos sucesos, se entregó á una ilimitada confianza, y al desprecio del poder de César, como que ya no necesitaba de armas ni de una gran diligencia contra él, sino que áun le babia de ser más fácil entonces el destruirlo que le habia sido ántes el levantarlo. Concurrió además de este haber venido Apio de la Galia trayendo las tropas que Pompeyo habia dado á César, y haber empezado á apocar las hazañas de éste, desacreditándole en sus conversaciones, y diciendo que el mismo Pompeyo no llegaba á conocer todo el valor de au poder y gloria buscando apoyarse con otras armas contra César, cuando con las suyas propias podia destruirle apénas se dejase ver; pues tanto era el odio con que miraban á César, y tan grande la inclinacion que tenian á Pompeyo; el cual se engrió de manera, y llegó á tal extremo de descuido con la nimia confianza, que se burlaban de los que temian la guerra: á los que le decian que si viniese César no veian con qué tropas se le podria resistir, sonriéndose y poniendo un semblanle desdeñoso les contestaba que no tuvieran cuidado ninguno; «pues en cualquier parte de Italia, decia, que yo dé un puntapié en el suelo, brotarán tropas de infanteria y caballería.» Ya César daba calor con más viveza á los negocios, no apartándose mucho de la Italia; enviando continuamente á Roma soldados suyos para que votaran en las asambleas, y ganando y corrompiendo con intereses á muchos de los magistrados, de cuyo número eran el cónsul Paulo, traido á su faccion con mil y quinientos talentos; el tribuno de la