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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Mario, á Lúculo y al mismo Agesilao; el cual no sufrió ménos contradicciones en Esparta por el empeño de que combatiera con los Tebanos, que les ocupaban el país, ni dejó de tener que aguantar en Egipto calumpias y recriminaciones de parte del Rey, cuando le persuadia que era conveniente no aventurarse. Usando por tanto á su albedrío del más acertado consejo, no sólo salvó á los Egipcios contra la propia voluntad de ellos, y no sólo conservó siempre en pié á Esparta en medio de tales agitaciones, sino que además erigió en la ciudad un trofeo contra los Tebanos, preparando que otra vez pudieran vencer por el mismo hecho de no dejarse violentar cuando ellos querian perderse. Así Agesilao mereció las alabanzas de los mismos que antes le violentaban por verse salvos; y Pompeyo, errando por condescender con otros, tuvo por acusadores á los mismos á quienes cedió. Dicen sin embargo algunos en su defensa que fué engañado por su suegro, porque queriendo ocultar y apropiarse los caudales traidos del Asia, precipitó la batalla con el pretexto de que ya no habia fondos; mas áun cuando así pasase, no debió dejarse engañar un general, ni tampoco, inducido con tanta facilidad en error, poner tan grandes intereses en el tablero. Estos son los puntos de vista bajo los que consideramos en cuanto á estas cosas á uno y otro.

Al Egipto el uno se encaminó en huida por necesidad, y el otro ni bonesla ni precisamente por interes, para tener con que hacer la guerra á los Griegos, con lo que ganara militando con los bárbaros. Despues de esto, de aquello mismo de que nosotros, en cuanto á Pompeyo, hacemos cargo á los Egipcios, hacen éstos cargo á Agesilao; pues si aquél fué injustamente asesinado por fiarse, éste abandonó á los que se fiaban de él, y se pasó á los que hacian a guerra á aquellos mismos á quienes habia ido á dar auxilio.

FIN DEL TOMO TERCERQ.