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Plutarco.—Las vidas paralelas.

acampado en las inmediaciones. Los jefes y capitanes de los cuerpos empezaban á acampar tambien á los que llegaron primero, pareciéndoles que pelearian con más ardor despues de haber tomado alimento y haber descansado; mas sobreviniendo Timoleon, les hizo presente no ejecutasen semejante cosa, sino que guiaran prontamente y cayeran sobre los enemigos, que andarian desordenados, como era regular sucediese, estando descansando de una marcha, y descuidados en las tiendas y en los ranchos; y dicho esto, embrazando el escudo guió el primero como á una victoria cierta. Siguiéronle denodadamente los demas, hallándose de los enemigos á ménos de treinta estadios, tos que anduvieron muy luego, y dieron sobre estos, que se desordenaron y huyeron á la primera noticia que tuvieron de su venida: así es que sólo mataron sobre unos trescientos, y fueron más que doblados los que cautivaron, tomándoles tambien el campamento. Los Adrianitas, abriendo las puertas de la ciudad, se unieron con Timoleon, refiriéndole con asombro y susto que no bien se habia empezado el combate cuando por sí mismas se habian abierto las puertas sagradas del templo, y habian advertido que la lanza del Dios se blandió por la punta, y su semblante estaba bañado de copioso sudor. Tales prodigios, á lo que parece, no significaron solamente esta victoria, sino tambien los posteriores sucesos de que aquel combate fué un feliz preludio. Porque las ciudades, enviando embajadores, inmediatamente se unieron á Timoleon; y Mamerco, tirano de Catana, hombre guerrero y sobrado de medios, le ofreció su alianza. Mas lo mayor de todo fué que el mismo Dionisio, perdida ya toda esperanza, y estando á punto de tener que rendirse, mirando con desprecio á iquetes, que se habia dejado vencer cobardernente, y admirando á Timoleon, envió á tratar con éste y con los Corintios, poniéndose en sus manos, y entregándoles el alcázar. No despreciando Timoleon tan inesperada dicha, mandó in-