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Timoleon.

ellos á pasar sus dias; no haciendo caso de la gloriosa vuelta á la Grecia, que sus admirables sucesos le habian preparado. Hicieron y determinaron en su honor muchas y muy señaladas demostraciones, entre las que no cede á ninguna la de haber decretado que el pueblo siracusanosiempre que se le ofreciere guerra contra extranjeros, hubiera de valerse de general corintio. Tambien era cosa digna de verse lo que, cuando concurria á las juntas públicas, se hacía en su honor: porque las cosas pequeñas las de terminaban por si; mas para los negocios de importancia le llamaban: venía, pues, en carroza, y por la plaza se dirigia al teatro, é introducido su carruaje, en el que iba sentado, el pueblo le saludaba, nombrándole todos á una voz.

Correspondiales, y dando algun tiempo å los obsequios y á las alabanzas, inquiria luego qué era de lo que se trataba y manifestaba su dictámen. Sancionado que era, los ministros sacaban otra vez la carroza del teatro, y los ciudadanos, despidiéndole con voces de júbilo y alegría, despachaban despues por sí lo que restaba de los negocios públicos.

TIMOLEON.

Envejeciendo, pues, en medio de tanto honor y benevolencia como padre comun de todos, con muy pequeña ocasion, que agravó su edad, vino por fin á fallecer. Diéronse algunos dias á los Siracusanos para disponer su entierro, y á los circunvecinos y forasteros para concurrir á él. Dispusiéronse coros brillantes, y jóvenes señalados de antemano por un decreto llevaron el féretro ricamente adornado, pasándolo por los álcázares tiránicos de los Dionisios, entonces asolados. Acompañáronle millares de millares de hombres y mujeres que hacian una perspectiva muy decorosa, como en una solemnidad, llevando todos coronas y vestidos de fiesta; mas los gritos y lágrimas, mezclados con los elogios del muerto, lo que demostraban era, no un oficio de honor ni unas exequias ordenadas de antemano, sino un dolor justo, y el reconocimiento que inspira