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Plutarco.—Las vidas paralelas.

El tercer órden era de las tropas escogidas de los Macedonios, lo más sobresaliente en robustez y edad, deslumbrando con armas de oro y con ropas de púrpura. Colocados estos en formacion, sobrevinieron del campamento las falanges con bronceados escudos, llenando el campo del resplandor del hierro y de la brillantez del metal, y haciendo resonar por los montes la vocería y confusion de los que mutuamente se animaban; habiéndose hecho con lal arrojo y prontitud esta embestida, que los primeros cadáveres cayeron á dos estadios del campamento de los Romanos.

Trabada la pelea, se presentó Emilio, y llegó á tiempo en que ya los primeros Macedonios, enristradas las lanzas, berian en los escudos de los Romanos, que no podian ofenderles en lo vivo con sus espadas. Mas cuando despues, desprendiendo del hombro los demas Macedonios las adargas, y recibiendo tambien á una sola señal con las lanzas en ristre á los legionarios romanos, vió la fortaleza de la formacion y la presteza del ataque, no dejó de sorprenderse y concebir temor, por no haber visto aunea un espectáculo tan' terrible; así es que hacía mencion frecuente de aquella sensacion y de aquel espectáculo. 08tentose entonces á sus combatientes con rostro sereno y placentero, recorriendo á caballo las fitas sin yelmo y sincoraza. Mas el rey de los Macedonios, lleno de miedo, segun dice Polibio, luego que se comenzó la batalla, hoyó á caballo á la ciudad, prelexlando que iba á sacrificar á Hércules, que no recibe sacrificios tímidos de los cobardes ni acepta votos injustos; pues no es justo en ninguna manera que el que no tira al blanco lleve el premio, ni que venza el que no resiste, ni que salga bien el que nada hace, ni, floalmente, que tenga buena suerte el hombre malo. Por el contrario, á los ritos de Emilio se prestó grato el Dios, pues rogaba peleando la victoria y buen éxito de la guerra, y combatiendo llamaba al Dios en su