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Plutarco.—Las vidas paralelas.

peranza, se retiró corriendo hacia la muralla, no sin ser de los Romanos observado: mas con todo logró adelantarse á ellos con su mujer. Los hijos tomándolos por la mano los habia entregado á lon: y éste, que antes habia sido el favorito de Perseo, se convirtió entonces en traidor; lo que principalmente contribuyó á que aquel desgraciado, como fiera que ha perdido sus cachorros, se viera en la precision de dejarse prender y entregar su persona á los que de aquellos estaban ya apoderados. Tenía su principal confianza en Nasica, y por éste preguntaba; mas como no pareciese, lamentando su suerte, y sujetándose á la necesidad, se puso como cautivo en manos de Neyo; manifestando bien á las claras, que era en él un vicio más ruin que el de la avaricia el de la cobardía y pego á la vida, por el cual se privó del único bien que la fortuna no puede arrebatar á los caidos, que es la com pasion. Porque habiendo rogado que le llevaran á la presencia de Emilio, éste, como debia hacerse con un hombre de tanta autoridad sobre quien habia venido una ruina tan terrible y desgraciada, levantándose de un asiento salió á recibirle con sus amigos derramando lágrimas; y él, poniendo el rostro en el suelo, que era un vergonzoso espectáculo, y abrazándole las rodillas, prorumpió en exclamaciones y ruegos indecentes, que Emilio no pudo escuchar con paciencia, sino que, mirándole con rostro enojado y severo: «Miserable, le dijo, ¿por qué libras á la fortuna de uno de sus mayores cargos, haciendo cosas por las que se ve que si eres desgraciado lo tienes merecido, y que no es de ahora, sino de siempre haber sido indigno de ser dichoso? ¿por qué echas á perder mi victoria y apocas mi triunfo, haciendo ver que no eras un enemigo noble y digno de los Romanos? La virtud alcanza para los desgraciados gran parte de reverencia áun entre los enemigos; pero la cobardía, aun cuando sea afortunada, es para los Romanos la cosa más despreciable.»