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Paulo Emilio.

Hizose la votacion luego que fué de dia, y la primera tribu votó contra el triunfo; mas difundida la voz por toda la ciudad llegó hasta el Senado. La plebe veia con disgusto el que se afrentase á Emilio, sobre lo que prorumpia en inútiles quejas; pero los principales del Senado, diciendo á gritos que era insufrible lo que pasaba, se incitaban unos á otros para hacer frente al desacalo y temeridad de los soldados, que si no se le opusiese resistencia, se propasaria á todo desórden y violencia, saliéndose con privar á Emilio de los honores de la victoria. Penetraron, pues, por entre la muchedumbre, y subiendo en gran número, intimaron á los tribunos que suspendiesen la votación hasta que manifestasen al pueblo cuáles eran sus deseos. Contuviéronse todos, é impuesto silencio, se levantó Marco Servilio, varon consular, que en desafio habia muerto á veintitres enemigos: y «ahora conozco, dijo, cuán grande general es Paulo Emilio, viendo que con un ejército, en que no se advierte sino indisciplina y maldad, ha podido ejecutar tan grandes y tan singulares hazañas; y me maravillo de que el pueblo, que tanto se honra con los triunfos alcanzados de los llirios y de los Ligures, no quiera hacer demostracion por haberse tomado vivo con las armas romanas al rey de los Macedonios, y haber sido traida en cautiverio la gloria de Alejandro y de Filipo. Porque no será cosa extraña que se diga, que á la primera voz todavía incierta de esta victoria esparcida por la ciudad, sacrificasteis á los Dioses, haciendo votos por ver cuanto antes cumplido aquel rumor, y que cuando el general viene con la corteza de la victoria priveis á los Dioses de su dobido honor, y á vosotros mismos del regocijo que es propio, como si temieseis que se manifestase la grandeza de tan admirable suceso, ó como si luvieseis miramiento con el rey cautivo? Y en caso, ménos malo sería que el triunfo se negase por compasion á éste, que no por envidia al General. Pero la malignidad ha tomado tanto ascendiente en-