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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tre vosotros, que un hombre ileso y de cuerpo garboso y adamado, como criado á la sombra, se atreve en materia de mando militar y de triunfo á llevar la voz ante vosotros mismos, amaestrados con tantas heridas á discernir entre la virtud y la inutilidad de los generales.» Y al decir esto, desabrochándose la ropitla, mostró en el pecho una multitud increible de cicatrices: pasó despues á descubrir ciertas partes del cuerpo que no parece decente desnudar ante el pueblo, y volviéndose á Galba: «Tú sin duda, le dijo, te burias de estas señales; mas yo las ostento con vanidad á mis conciudadanos, pues por ellos, no bajando del caballo ni de dia ni de noche, las he recibido; pero vamos, llévalos á votar, que yo bajaré y los seguiré á todos, y con esto conoceré quiénes son los malos y desagradecidos, y los que en la guerra quieren más alborotar que obedecer y guardar disciplina.» Ficese que de tal modo quebrantó y sorprendió á la gente de guerra este discurso, que despues por las otras tribus le fué á Emilio decretado el triunfo. Ordenóse luego, segun la memoria que ha quedado, de esta manera: el pueblo, habiéndose levantado tablados en los teatros para las carreras de los caballos, que se llaman circos, y en las inmediaciones de la plaza, y en todos los parajes por donde habia de pasar la pompa, la vió desde ellos, yendo toda la gente vestida muy de limpio; los templos todos estaban abiertos y llenos de coronas y perfumes; muchos alguaciles y maceros, apartando á los que indiscretamente corrian y se ponían en medio, dejaban libre y desembarazada la carrera. La ceremonia toda se repartió en tres dias, delos cuales en el primero, que apenas alcanzó para el botin de las estatuas, de las pinturas y de los colosos, tirado todo por doscientas yuntas, esto mismo fué lo que hubo que ver. Al día siguiente pasaron en muchos carros las armas más hermosas y acabadas de los Macedonios, brillantes con el bronce ó el acero recien acicalado. La colocacion, dis-