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Plutarco.—Las vidas paralelas.

% PLUTARCO. LAS VIDAS PARALELASvalo eran conducidos como esclavos los hijos del rey, y con ellos una turba de camareros, de maestros y de ayos, bañados en lágrimas, y que tendian las manos á los espectadores, adiestrando á los niños á pedir y suplicar. Eran éstos dos varones y una hembra, poco atentos á la magnitud de sus desgracias á causa de la edad; y por lo mismo esta simplicidad suya en semejante mudanza los hacía más dignos de compasion; de manera que estuvo en muy poco el que Perseo se les pasase sin ser visto: ¡tan fija tenian los Romanos la vista por compasion sobre aquellos inocentes! A muchos les sucedió caérscles las lágrimas; y entre todos no hubo ninguno para quien en aquel espectáculo no estuviese mezclado el pesar con el gozo hasta que los niños hubieron pasado.

No venía muy distante de los hijos y de su servidumbre el mismo Perseo, envuelto en una mezquina capa, calzado al estilo de su patría, y como embobado y entontecido con el exceso de sus males: seguíanle inmediatamente muchos amigos y deudos, anegados sus rostros en llanto, y manifestando á los espectadores con mirar incesantemente á Perseo, y llorar, que era la suerte de aquél por la que se dolian, teniendo en muy poco la propia desventura. Hablase dirigido antes á Emilio pidiéndole que no le llevasen en la pompa, y que le excusara el triunfo; mas éste escarneciéndole, á lo que parece, por su cobardía y apego á la vida; «pues esto, respondió, en su mano ha estado, y lo está todavía si quiere:»» dando á entender que pues por cobardía no habia tenido valor para sufrir la muerte antes que la afrenta, seducido con lisonjeras esperanzas, esto era lo que habia hecho que fuera contado entre sus despojos, Venian en pos inmediatamente cuatrocientas coronas de oro, que las ciudades habian enviado con embajadas á Emilio por prez de la victoria. Finalmente, venía él mismo, conducido en un carro magníficamente adornado; varon que, aun sin tanta autoridad, se atraia las miradas de to-