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Paulo Emilio.

obtenido esta preferencia; expelió de él á tres senadores de los de ménos nombre; y tanto ól mismo como su colega Marcio Filipo, se condujeron con mucha moderacion en el exámen de los escritos en el órden ecuestre.

Llevados á cabo muchos y grandes negocios, fué acometido de una enfermedad peligrosa al principio, pero despues sin riesgo, aunque trabajosa y de desesperada curacion. Persuadiéronle los médicos que pasase á Elea de Italia, donde permaneció largo tiempo en países litorales, en que gozaba de la mayor quietud; pero los Romanos deseaban verle, y en los teatros se habian dejado oir muchas voces que indicaban este deseo; por lo que, como fuese preciso un solemne sacrificio, y se sintiese con alivio, regresó á Roma. Celebró, pues, el indicado sacrificio con los demas sacerdotes, concurriendo mucho pueblo, y manifestándose muy contento; y al dia siguiente sacrificó él mismo á los Dioses otra vez por su salud. Cumplida esta segunda ceremonia, volvió a su casa, y se acostó; y sin advertir ó conocerse novedad, cayendo en un accidente que le privó de todo sentido, murió al tercero dia, sin que en vida hubiese podido echar de ménos nada de cuanto los hombres creen que conduce para la felicidad. Hasta la solemnidad de su enterramiento fué de gran aparato y digna de verse, correspondiendo á la virtud de tal varon sus magníficos y concurridos funerales. No se echaban de ver en estos el oro, ni el marfil, ni los exquisitos y preciosos adornos de tal pompa, sino la benevolencia, el respeto y el amor, no solamente de parte de los ciudadanos, mas áun de los enemigos: pues cuantos se hallaron presentes de los Españoles, los Ligures y los Macedonios, si eran jóvenes y robustos, echaban mano al féretro, y le conducian sobre sus hombros; y los más ancianos iban en rededor de él, aclamando á Emilio por bienhechor y salvador de su respectiva patria. Porque no solamente los trató á todos blanda y humanamente miéntras los gobernó, sino TOMO 11.

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