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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Fueron uno y otro integros y justos en el manejo de los negocios; pero Emilio parece como que naturalmente se formó de esta manera en virtud de las leyes patrias; cuando Timoleon lo debió todo á sí mismo, siendo la prueba de esto que los Romanos en aquel tiempo todos sabian igualmente la táctica, estaban acostumbrados á obedecer, y respetaban las leyes y la opinion de sus ciudadanos; y de los Griegos no hubo capitan ó caudillo alguno en la misma época que no hubiese dado mala idea de sí en la Sicilia, fuera de Dion: y áun de éste muchos llegaron á sospechar que aspiraba á la monarquía, y que traia en la imaginacion un cierto reinado á la Espartana. Timeo reßlere que los Siracusanos despidieron ignominiosa y afrentosamente á Gilipo, por abominar de su codicia é insaciabilidad durante el mando; y muchos han escrito de las injusticias y tropelías que Farage el Esparciata y Calipo el Ateniense pusieron por obra, aspirando á dominar en Sicilia: ¿y qué hombres eran éstos, ó cuáles sus hazañas para tales esperanzas, cuando el uno habia adulado á Dionisio ya en su decadencia, y Calipo era uno de los extranjeros asalariados por Dion? Mas Timoleon, enviado por general á los Siracusanos que le habian pedido y suplicado, y que no buscaba mando, sino que le era debido el que admitió de los que voluntariamente lo pusieron en sus manos, con la destruccion de déspotas injustos puso término y fin á su generalato y autoridad. Lo que en Emilio hay de más admirable es que con haber destruido un reino tan poderoso, no hizo mayor su hacienda ni en una dracma, y ni siquiera vió ni tocó unos caudales de los que dió é hizo presentes á atros.

No digo con todo que Timoleon merezca nota por haber admitido una casa y tierras, porque el admitir en tales ocasiones no es indecoroso; pero es mejor el no recibir nada; y es el colmo de la virtud cuando se puede manifestar que de nada se necesita. Además, como en el cuerpo que puede aguantar el frio y el calor se reconoce su mejor constitu-