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Pelópidas.

mostrase un dia á los Atenienses algunas cicatrices en su cuerpo y el escudo pasado de una lanzada; «pues yo, les dijo, estoy muy avergonzado de que cuando tenía sitiada á Samos me hubiese caido muy cerca un dardo, porque me conduje más juvenilmente de lo que correspondia á un general que tenía á su mando tantas tropas.» Porque cuando va un grande interes en que se arriesgue el general, enLónces está muy bien que trabaje y lo ponga todo en el tablero sin ningun miramiento, enviando noramala á los que le vengan con el refran de que el buen general debe morirse de vejez, ó á lo ménos morir viejo; pero cuando es de poca importancia lo que se ha de sacar del vencimiento, y todo se pierde si el general cae, entonces nadie debe pedir de éste una hazaña peligrosa, que sería más bien de un soldado raso. Me ha parecido oportuno empezar por estas advertencias cuando voy á escribir las vidas de Pelópidas y Marcelo, varones eminentes, pero que perecieron por inconsideracion: pues con ser ambos muy denodados en el pelear, ornamento uno y otro de su patria por sus brillantes mandos, y opuestos á los más terribles conten dores; siendo éste, segun se dice, el primero que quebrantó á Aníbal; y habiendo aqué! vencido en batalla campal á los Lacedemonios que dominaban en tierra y en mar; por no haber tenido de sí mismos la debida cuenta, expusieron su vida con temerario arrojo, precisamente en el momento en que más necesidad habia de su conservacion y de su mando; que es por lo que, llevados de esta semejanza, hemos puesto en cotejo las vidas de ambos.

La familia de Pelópidas el de Hipoclo era, como la de Epaminondas, de las más ilustres de Tebas. Crióse con las mayores conveniencias; y entrando todavía jóven en la administracion de una casa opulenta, se dedicó desde luego á dar socorros á los necesitados que contemplaba dignos, para ser verdaderamente dueño y no esclavo de las riquezas; pues la mayor parte de los hombres, como dice Aris-