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Plutarco.—Las vidas paralelas.

respondientes honores, sino que con sernos permitido tocar su cadáver, hacerle las debidas exequias, y sepultar su cuerpo, parecerá que debe creérsenos si decimos que esta calamidad es mayor para nosotros que para los Tebanos; pues que vosotros sólo habeis perdido un exce lente general, cuando nosotros, además de esta pérdida, hemos sido privados de la libertad. ¿Y cómo ya nos atreveremos á pediros otro general, no restituyéndoos á Pelópidas?» Condescendieron, pues, los Tebanos con sus ruegos.

Ciertamente que no habrá habido excquias más magnificas que estas, á juicio de los que no colocando lo magnífico en el marfil, en oro y en la púrpura, se distinguen de Filisto, que cantó y engrandeeló el enterramiento de Dionisio, haciéndolo el desenlace teatral de su tiranía, como si fuera el de una gran tragedia. Tambien Alejandro el Grande, muerto Efestion, no sólo esquiló las clines de los caballos y de las acémilas, sino que quitó las almenas de los muros, para dar á entender que las ciudades lloraban, habiendo tomado aquel aspecto lúgubre y humilde en lugar de su antigua belleza. Mas todos estos no son sino preceptos de tiranos, impuestos por necesidad, para envidia de aquellos en favor de quienes se expiden, y en más odio de los que para ellos emplean la fuerza; y lejos de ser expresiones de gratitud y honor, no lo son sino de un fausto bárbaro y de ostentacion, y molicie de hombres que gastan su caudal en cosas vanas indignas de imitarse. Por el contrario, el que un hombre popular, muerto en tierra extraña, sin hallarse presentes su mujer, sus hijos ó sus deados, sin que nadie lo exija y ménos lo mande, sea honrado en sus exequias por tantas ciudades y pueblos reunidos, que llevan y coronan su féretro, esto debe con justa razon parecer el complemento de la felicidad; porque no es la más triste, como Esopo dijo, la muerte del hombre dichoso, sino antes la más bienaventurada, por haber puesto ya en lugar seguro sus buenas acciones, y haberse 220