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Plutarco.—Las vidas paralelas.

por may corto rescate, no los quisieron recibir, sino que antes los desecharon, no haciendo caso de que á unos les dieran muerte, y á otros los vendieran fuera de la Italia, y los que volvieron de su fuga, que fueron muchos, los bicieron marchar á la Sicilia, bajo la condicion de no volver á Italia mientras se pelease contra Anibal. Estos, pues, se presentaron en gran número á Marcelo, y echándose por tierra, le pedían con griteria y lágrimas que los admitiese en el ejército, prometiéndole que harian ver con obras haber sufrido aquella derrota, más por desgracia que no por cobardía. Compadecido Marcelo, escribió al Se nado, pidiéndole el permiso para completar con ellos las bajas del ejército. Disputóse sobre ello en el Senado, y su dictamen fué que los Romanos para las cosas de la repú blica ninguna necesidad tenian de hombres cobardes; con todo, que si Marcato queria servirse de ellos, á ninguno se habían de dar las coronas y premios que los generales conceden al valor. Esta resolucion fué muy sensible á Marcelo; y cuando despues de la guerra de Sicilia volvió á Roma, se quejó al Senado de que en recompensa de sus grandes servicios no le hubiese permitido mejorar la mala suerte de tantos ciudadanos.

En Sicilia lo primero que entonces le ocurrió fué haber sido calumniado por Hipócrates, gobernador de los Siracusanos, que a fin de congraciarse con los Cartagineses, y tambien para negociar en su favor la tiranía de aquel pueblo, habia hecho perecer á muchos Romanos cerca de Leoncio. Tomo, pues, Marcelo esta ciudad á viva fuerza; y lo que es á los Leontinos en nada los ofendió; pero á todos los pasados que pudo haber á la mano los hizo azotar y quitarles la vida. En consecuencia de esto, la primera to ticia que Hipócrates hizo llegar á Siracusa fué que Marcelo hacía degollar sin compasion á todos los Leontinos, y cuando por esta causa estaban en la mayor agitacion, vino sobre la ciudad y se apoderó de ella. Marcelo con esta