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MARCELO.

Cartagines. Sobrevino éste repentinamente contra él, y como le provocase á batalla campal, no tuvo entonces por conveniente el empeñarla, con lo que aquél destino á merodear la mayor parte de su ejército; y cuando menos pensaba en batalla, se la presentó Marcelo, que habia dado á su infantería lanzas largas, como las que usaban en los combates navales, y la habia enseñado á herir de léjos á los Cartagineses, que no eran liradores, y solo usaban de dardos cortos con los que herian á la mano. Así en aquella ocasion volvieron la espalda á los Romanos cuantos concurrieron, y se entregaron á una no disimulada fuga con pérdida de unos cinco mil hombres muertos, y cuatro elefantes muertos asimismo, y otros dos que se cogieron vivos. Pero lo más singular de todo fué que al tercer dia despues de la batalla se le pasaron de los Iberos y Numidas de á caballo más de trescientos, cosa nunca antes sucedida á Aníbal, que con tener un ejército compuesto de varias y diversas gentes, por mucho tiempo lo había copservado en una misma voluntad; y éstos despues permanecieron siempre fieles á Marcelo y á los generales que le sucedieron.

Nombrado Marcelo cónsul por tercera vez, se embarcó para la Sicilia, á causa de que los prósperos sucesos de Aníbal habian vuelto á despertar en los Cartagineses el deseo de recobrar aquella isla, con la oportunidad tambien de andar alborotados los de Siracusa despues de la muerte de Jerónimo su tirano; y por los mismos motivos habian tambien los Romanos enviado ántes algunas fuerzas al mando de Apio. Al entregarse de ellas Marcelo, se le presentaron muchos Romanos, que se hallaban en la afliccion siguiente: de los que en Canas pelearon contra Anibal unos huyeron, y otros fueron cautivados, en tal número, que pareció no haber quedado á los Romanos quien pudiera defender las murallas; y con todo conservaron tal entereza y magnanimidad, que restituyéndoles Anibal los cautivos