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Plutarco.—Las vidas paralelas.

siempre todo el bien que pudo; confirmando el Senado la libertad, las leyes, y aquella parte de bienes que Marcelo les habia concedido; en recompensa de lo cual, recibió tambien de los Siracusanos honores muy singulares, y eatre otros el de haber hecho una ley para que, si Marcelo ó alguno de sus descendientes aportase á Sicilia, los Siracusanos tomasen coronas y con ellas sacrificasen á los Dioses. De allí partió contra Aníbal; y siendo así que despues de la batalla de Canas casi todos los generales y cónsules no tuvieron otro modo de contrarestarle que el de huirle et cuerpo, no atreviéndose ninguno á esperarle y pelear en formacion; él tomó el medio enteramente opuesto; ereyendo que si con el tiempo se quebrantaba á Aníbal, más pronto quedaba con él quebrantada la Italia; y juzgando que Fabio, con atenerse siempre á la seguridad, no curaba por el modo conveniente la dolencia de la patria, pareciéndose en el esperar á que debilitado el contrario se apagase la guerra, á aquellos médicos irresolutos y timidos en la curacion de las enfermedades, que aguardan á ver si se debilita la fuerza del mal. Tomó en primer lugar las principales ciudades de los Samnites que se habian rebelado; y en consecuencia de ello gran cantidad de trigo que allí habia, mucha riqueza, y los soldados de Aníbal que las guarnecian, que eran unos tres mil. A poco, como Aníbal hubiese dado muerte en la Apulia al procónsul Neyo Fulvio con once tribunos más, y hubiese destrozado la mayor parte del ejército, envió Marcelo cartas á Roma, exhortando á los ciudadanos á que no desmayaran, porque se ponia en marcha para desvanecer el gozo de Anibal.

Acerca de lo cual dice Livio, que leidas estas cartas, no se disipó la pesadumbre, sino que se acrecentó con el miedo, por ser tanto mayor que la pérdida ya sucedida el temor de lo que recelaban, cuanto Marcelo se aventajaba á Fulvio. Aquél al punto, como lo habia escrito, marchó á la Lucania en persecucion de Aníbal, y alcanzándole en