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Plutarco.—Las vidas paralelas.

corriendo á una muerte no propia de un general, sino de un batidor á de un centinela, y poniendo á los piés de los Iberos y Numidas, que hacian la vanguardia de los Cartagineses, sus cinco consulados, sus tres triunfos, y los despojos y trofeos que de reyes habia alcanzado. Así es que ellos mismos miraron con pena tal suceso, yel que un varon tan señalado en virtud entre los Romanos, tan grande en poder, y en gloria tan esclarecido, se malograra de aquel modo entre los descubridores Fregelianos. No quisiera que estas cosas se tomaran por acusacion de tan excelentes varones; sino más bien por un enfado y desahogo con ellos mismos y con su valor, al que sacrificaron sus otras virtudes, no teniendo la debida cuenta con sus vidas y sus personas, como si solo murieran para sí, y no más bien para su patria, sus amigos y sus aliados. Despues de muertos, del entierro de Pelópidas cuidaron aquellos por quienes murió, y del de Marcelo los enenigos que le dieron muerte; y aunque lo primero es apetecible y glorioso, excede todavía á la gratitud que paga beneficios, la enemistad que rinde homenaje a la misma virtud que la ofende: porque en esto no sobresale más que el honor, y en aquello lo que se descubre es el provecho y utilidad que se reportó de la virtud.