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Plutarco.—Las vidas paralelas.

para siempre. Explicaremos en pocas palabras lo que era aquel medio: tomaba cada uno de los ciudadanos una concha, y escribiendo en ella el nombre del que queria saliese desterrado, la llevaba á cierto lugar de la plaza cerrado con verjas. Contaban luego los Arcontes primero el número de todas las conchas que alli habia, porque si no llegaban á seis mil los votantes, no habia ostracismo. Despues iban separando los nombres, y aquel cuyo nombre habia sido escrito en más conchas, era publicado como desterrado por diez años, dejándosele disponer de sus cosas. Entendíase en esta operacion de escribir las conchas, y se dice que un hombre del campo que no sabía escribir, dando la concha á Arístides, á quien casualmente tenía á mano, le encargó que escribiese á Aristides; y como éste se sorprendiese y le preguntase si le habia hecho algun agravio: «Ninguno, respondió, ni siquiera le conozco, sino que ya estoy fastidiado de oir continuamente que le llaman el justo;» y que Arístides, oido esto, nada le contestó, y escribiendo su nombre en la concha, se la volvió. Desterrado de la ciudad, levantando las manos al cielo, hizo una plegaria enteramente contraria á la de Aquiles, pidiendo á los Dioses que no llegara tiempo en que los Atenienses tuvieran que acordarse de Arístides.

Al cabo de tres años, cuando Jerges por la Tesalia y la Beocia se encaminaba contra el Atica, abolieron la ley, y permitieron á todos los desterrados la vuelta; por temor principalmente de que Arístides, uniéndose con los enemigos, sedujese y atrajese á muchos de los ciudadanos al partido del bárbaro; en lo que manifestaron no conocer bien á este insigne varon, que antes de aquella providencia estaba ya trabajando en acalorar á los Griegos para detender su libertad; y despues de ella, siendo Temistocles el que tenía el mando absoluto, nada dejó por hacer de obra ó de consejo para que con la salvacion de todos alcanzara su enemigo la mayor gloria. Porque teniendo Eu-