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Plutarco.—Las vidas paralelas.

hicieron uso de las hachetas y de los puñales; y uniendo y entrelazando asimismo sus adargas, resistieron largo tiempo. Habíanse estado hasta entonces inmobles los Atenienses, aguardando á ver qué deteminarian los Lacedemonios:

mas advertidos por el ruido de los que combatian, y llegándoles tambien aviso de parte de Pausanias, se apresuraron á ír en su socorro; y cuando llevados de la voceria avanzaban por la llanura, vinieron contra ellos los Griegos del partido enemigo. Arístides, no bien los hubo visto, cuando adelantándose gran trecho les empezó á gritar, invocando los Dioses de la Grecia, que se retiraran del combate y no impidieran ni retardaran a los que peleaban por la defensa de su propia tierra; mas cuando vió que no le atendían y que se disponian á la batalla, hubo de desistir del comenzado auxilio y entrar en lid con éstos, que eran cincuenta mil en número; pero la mayor parte cedió luego, y se retiró, por haberse tambien retirado los bárbaros.

Dícese que lo más encarnizado del combate fué contra los Tebanos, que eran los primeros y de mayor poder de los que entonces hicieron causa comun con los Medos: aunque la muchedumbre no habia abrazado aquel partido por su voluntad, sino arrastrada por unos pocos.

Viniendo así å ser dos los combates, los Lacedemonios fueron los primeros que rechazaron á los Persas, habiendo un Esparciata llamado Diamnesto dado muerte á Mardonio, de una pedrada que le disparó á la cabeza, como se lo habia predicto un oráculo de Anflarao. Porque había enviado á este oráculo á un Lidio, y al oráculo de Trofonio á uno de Caria; y la respuesta que á éste dió el profeta fué en lengua cárica; al Lidio, habiéndose dormido en el templo de Anflarao, se le figuró que se le habia presentado un ministro del Dios, y le habia mandado que saliera; y como no quisiese, le habia tirado á la cabeza una gran piedra, pareciéndole que del golpe habia muerto: esto es lo que se dice haber pasado. Puestos ya en fuga los Persas, los