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Alcibiades.

entregado por su seguridad á Tisafernes, sátrapa del Rey, al punto fué para con él la persona primera y de mayor poder; porque aquella suma destreza suya en plegarse y acomodarse áun al bárbaro, que no era hombre sencillo, sino perverso y de malísima inclinacion, le causó gran maravilla; y á sus gracias en los entretenimientos cotidianos y en el trato familiar no habia costumbres que resistiesen, ni genio que no se dejaso conquistar; tanto, que áun los que le temian & tenian envidia, en tratarle y conversar con él experimentaban placer. Por tanto, con ser Tisafernes entre los Persas uno de los enemigos más declarados de los Griegos, de tal modo se rindió á los halagos de Alcibiades, que llegó á excederle en sus reciprocas adulaciones: así, de los paraísos ó jardines que tenía, el más delicioso á causa de sus aguas y praderías saludables, y en el que habia además mansiones y retraimientos dispuestos régia y ostentosamente, ordenó que se llamase Alcibiades; y este fué el nombre y apelacion con que en adelante le llamaron todos.

Abandonando, pues, Alcibiades el partido de los Lacedemonios por su infidelidad, y teniéndoles ya miedo, comenzó á desacreditar y poner en mal á Agis con Tisafernes, no consintiendo ni que los auxiliase decididamente ni que rompiese del todo con los Atenienses, sino que prestándose penosamente á sus demandas, los fuese quebrantando y aniquilando con lentitud, y por este medio pusiese á ambos pueblos bajo el poder del Rey, debilitados los unos por los otros. Dejóse éste persuadir fácilmente, viéndose bien á las claras que le amaba y tenía en mucho: de modo que de una y otra parte teman los Griegos puestos los ojos en Alcibiades, arrepentidos ya los Atenienses con sus malos sucesos de la determinacion tomada contra él; y él mismo estaba incomodado por lo hecho, y temia no fuera que destruida del todo la ciudad, viniera á caer en las manos de los Lacedemonios, de quie-